Te encuentras en una esquina bulliciosa, frente a una decisión que ha generado incontables debates y apasionadas discusiones. En tu mano derecha, una porción de pizza al estilo neoyorquino, perfectamente plegable, con su fina corteza crujiente y una capa de queso fundido. En la izquierda, un trozo de deep dish al estilo Chicago, una obra maestra digna de tenedor y cuchillo, con una masa mantecosa que envuelve generosas capas de queso, ingredientes y salsa de tomate. ¿Cuál representa la auténtica esencia de la pizza?
Pero esto no va solo de comida, sino del alma misma de dos ciudades reflejada en sus platos más icónicos. La rivalidad pizzera entre Chicago y Nueva York no solo pone en juego diferentes preferencias culinarias, sino también historias y tradiciones únicas. Desde las vertiginosas calles de Manhattan, donde los neoyorquinos disfrutan de un trozo al vuelo, hasta los acogedores restaurantes de Chicago, donde cada bocado se saborea con calma, cada estilo de pizza cuenta su propia historia.
¿Qué hace única a la pizza al estilo neoyorquino?
La pizza neoyorquina es todo un icono culinario. Su seña de identidad es una corteza fina y hecha a mano, que da como resultado una porción ligera, flexible y perfecta para comer sobre la marcha. La auténtica pizza neoyorquina destaca por su base inconfundible: una masa estirada a mano, con un exterior crujiente y un interior ligeramente elástico. Este equilibrio perfecto permite a los comensales doblar la porción por la mitad, logrando el famoso "pliegue neoyorquino", ideal para disfrutarla sin complicaciones mientras paseas por la ciudad.
La salsa de la pizza neoyorquina tiene un sabor intenso y equilibrado, con tomates triturados, ajo y hierbas que aportan un toque vibrante sin opacar el resto de los ingredientes. El queso, siempre mozzarella de leche entera, se distribuye con moderación, permitiendo que la salsa se asome entre los hilos derretidos y creando el característico efecto mármol. Aunque los puristas prefieren las versiones clásicas de queso o pepperoni, las pizzerías neoyorquinas ofrecen una infinidad de combinaciones de ingredientes. Sin embargo, la clave está en la moderación: los ingredientes se añaden con mesura para que la pizza conserve su flexibilidad y la masa no se reblandezca.
¿Qué hace especial a la pizza al estilo Chicago?
La pizza al estilo Chicago es una auténtica experiencia gastronómica. Con su generosa capa de ingredientes y su estructura en capas, desafía la forma tradicional de preparar una pizza. A diferencia de la mayoría, esta delicia comienza con una base de queso y otros ingredientes, coronados por una gruesa capa de salsa de tomate. Este orden inverso no solo evita que el queso se queme durante el largo proceso de horneado, sino que también aporta a la pizza su textura y apariencia inconfundibles.
El famoso deep dish de Chicago es sinónimo de abundancia. Gracias a los bordes altos del molde, se pueden añadir generosas capas de mozzarella, embutidos como la salchicha italiana y el pepperoni, además de verduras que se caramelizan con el calor. La salsa, más espesa y condimentada que la de la pizza neoyorquina, potencia el sabor de cada bocado. Su base mantecosa y la sartén profunda en la que se hornea crean una estructura similar a un cuenco, lo que la convierte en una especie de tarta salada más que en una simple porción de pizza.
El proceso de cocción: el secreto de cada estilo
Las diferencias entre estas dos pizzas no solo radican en su aspecto, sino también en su método de preparación. La pizza neoyorquina se cuece directamente sobre el suelo del horno a temperaturas cercanas a los 700 °F, logrando en pocos minutos esa base moteada y crujiente tan característica. Algunos aseguran que el secreto está en el agua del grifo de la ciudad, mientras que otros atribuyen su sabor único a los hornos de carbón que muchas pizzerías tradicionales siguen utilizando. Pero quizás el factor más importante sea la maestría de los pizzeros, quienes han perfeccionado durante generaciones la técnica de estirar la masa a mano para lograr la corteza perfecta.
Por otro lado, el deep dish de Chicago requiere una cocción más prolongada, entre 30 y 45 minutos, en un molde bien engrasado que aporta a la base una textura crujiente y casi frita. Los bordes altos permiten añadir capas de ingredientes que serían impensables en una pizza de base plana, convirtiéndola en un plato para saborear con calma, en lugar de comer rápidamente sobre la marcha.
Comparación de sabor y textura
Cada estilo de pizza ofrece una experiencia gastronómica única. La pizza neoyorquina sorprende con un crujido inicial gracias a su fina masa, seguido de una equilibrada combinación de salsa y queso en cada bocado. Sus porciones, lo suficientemente firmes para doblarse sin romperse, la convierten en la opción perfecta para disfrutar sobre la marcha, reflejando el ritmo acelerado de la Gran Manzana.
Por otro lado, el deep dish de Chicago es toda una experiencia para el paladar, que se saborea con tenedor y cuchillo. Cada rebanada es un festín de capas y texturas: una base mantecosa y firme sostiene un generoso relleno, mientras que la capa superior de salsa, rica y especiada, equilibra a la perfección la intensidad de los ingredientes que esconde en su interior.
El significado cultural de la pizza en cada ciudad
En Nueva York y Chicago, la pizza es mucho más que una simple comida: es un emblema cultural que refleja la historia y el carácter de cada ciudad. Las pizzerías neoyorquinas son testigos del legado inmigrante y del frenético estilo de vida urbano, mientras que las de Chicago representan el espíritu innovador de la ciudad y sus generosas porciones, que en su día alimentaron a los trabajadores de la era industrial.
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Y recuerda, en el eterno debate entre la pizza de Chicago y la de Nueva York, no hay una respuesta incorrecta. Cada estilo es una deliciosa puerta de entrada a la cultura y la historia de su ciudad. El verdadero afortunado es quien tiene la oportunidad de probar ambas.